sábado, 10 de diciembre de 2011

Vecinos del San Juan claman por ayuda


Fotógrafo: Manuel Vega/Al Día

Comunidades no tienen luz, agua potable, ni caminos de acceso


Erick Carvajal M.
Edgar Chinchilla
ecarvajal@aldia.co.cr

14 de Mayo, 2007. Río San Juan. - Aquí nadie entiende de leyes, ni de juicios, pero sí saben que necesitan arreglar las calles, atención médica, agua potable y electricidad. “Claro, allá hay de todo, aquí vivimos en un atraso de casi 50 años”, comentó Eduardo Cerdas, de 74 años y vecino de la comunidad fronteriza de Cureña, a la par del río San Juan.
123 días después de la llegada del sandinista Daniel Ortega a la presidencia de Nicaragua, la situación es más estricta. Ni los sacerdotes pueden ir a celebrar misa a las comunidades ticas de la margen del río, porque les cobran $25 (¢13 mil) cada vez que pasan.
El 29 de agosto del año pasado, Costa Rica presentó una acusación contra Nicaragua ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), con sede en La Haya, Holanda para garantizar la libre navegación sobre el río.
En diciembre pasado, se anunció que el tiempo del litigio podría reducirse y pasar de cuatro años a dos, también bajaría el costo del juicio estimado en ¢800 millones.

Llenos de necesidades

“Antes se podía pescar, ahora no. Si nos agarran, nos quitan las lanchas y hasta podemos ir a la cárcel en San Carlos de Nicaragua”, manifestó Cerdas.
Él es el habitante más viejo que hay en Cureña, comunidad de más de 40 familias, que sobreviven a la orilla del San Juan. Cerdas explicó, el viernes pasado, que antes podían vender una vaca o un chancho en el lado nica, pero ahora está prohibido.
Las lanchas militares de Nicaragua hacen recorridos una o dos veces por semana, precisamente para evitar la pesca o la navegación ilegal de personas. “Aquí llevamos una vida campesina, con más de 50 años de atraso con respecto a las cosas que disfrutan en San José, pero del lado nica es peor”, afirmó Cerdas.

Noches cómplices

En Cureña, las noches son cómplices de la pesca, tanto de peces como de camarones.
Pescan para llevar alimento a sus hogares y también para vender en bares, donde el kilo de camarón lo pagan a ¢7.500.
Parte del dinero se invierte en combustible para las lanchas y la otra en comestibles. Aquí nadie paga luz ni agua, porque no hay.
Jarmir Aguilar, vecina de Cureña y estudiante de cuarto año del colegio de Boca de San Carlos, pasa por el río para ir a estudiar. “Si no lo ven al otro lado no hay problema”, dijo la joven.
A las 5 p.m. nadie puede moverse en el San Juan. Ningún tico salvo un caso médico de urgencia.
Adrián Lizano, que tiene ocho meses de vivir en Cureña, se gana la vida sembrando ñame. “La situación es difícil cuando no se puede pescar”, manifestó.
Lizano recordó que una vez tuvo que salir de emergencia con su esposa enferma y no lo querían dejar pasar porque olvidó el papel de zarpe (documento que les dan para poder navegar a los vecinos ticos del San Juan). “Todo depende del humor con que estén ese día los militares. Si están de buenas pasás”, dijo.

Visión turística

En Boca de San Carlos, la tensión es la misma. Hay que tener los papeles en mano sino no se puede mover a ningún lado.
María Dávila, una pequeña empresaria de la zona, lo único que pide es un mejor acceso.
Con mucho esfuerzo acondicionó su casa para recibir turistas, pero se siente abandonada por el Gobierno.
Para poder llegar a Boca de San Carlos hay que transitar más de 60 kilómetros desde Pital, por un camino de piedras y barro. “No se vende nada en 15 días y a la plata no se le puede dar vuelta, nadie viene”, comentó Dávila.
Mientras Dávila espera que alguien la escuche, los abogados sacan copias, alistan alegatos y viajan hasta Holanda.
En las márgenes del San Juan, las necesidades, afirman sus residentes, están en las casas de madera y en el estómago, y nadie quiere verlas. Con los ¢800 millones del juicio: ¿Cuántas cosas se podrían arreglar aquí?

sábado, 26 de noviembre de 2011

¡QUE BUEN NEGOCIO ES LA REVENTA!


Tomado de alda.co.cr /Fotógrafo: José Rivera

 Alajuela/25 de noviembre 2011.-Soy el número cincuenta de la fila. Son las diez de la mañana y la fila avanza un metro por hora, veo que no voy a conseguir entradas para el clásico de ida en el Morera Soto.

– “Que problema, esto no camina y debería estar en el INS “, me dice un joven que está delante mío y que claramente es mensajero.
“Vengo por cuatro entradas de platea Oeste y ante lo que pasa no me hago ilusiones”, añade.

Al frente, tres hombres miran a la espera de que se agoten las entradas y empiece su negocio: revendedores.

–Lo único que tengo es gradería (¢7 mil era el precio de venta en el estadio) y se las vendo en doce mil colones (¢5 mil de diferencia, me dice un revendedor.

– “Bueno, ando buscando platea pero, ¿en cuánto me deja esas si le compro cinco?, le pregunto.

– “En doce, no puedo bajarle nada”, me responde, sin embargo, 30 minutos antes le había hecho un rebajo de ¢1.500 a otra persona.

No compro nada y regreso a la fila. La gente se incomoda. ¡A ver guachi ese ya compró, sáquelo!, grita un manudo desesperado.

Los revendedores siguen apostados al frente, esperando que sus “presas” no tengan posibilidades.

Pasa una hora y nada. A una mujer que está en la ventanilla le dicen que no le pueden vender porque ella ya compró.

Se arma la bulla. “¡Sáquenla, es morada!” grita un aficionado y la fila responde con chiflidos. Ella no quiere irse. Los revendedores se aprovechan de los aficionados, les piden que les compren entradas a cambio de unos colones.

¡A ver qué pasa, esa doña es morada!, le vuelven a gritar a la aficionada. La fila no se mueve.

Un grupo decide ir donde los revendedores pensando que comprando varias harán precio. No consiguen nada.

A las 11:15 a.m., se abre una puerta del estadio y sale una mujer con varios carteles: “Entradas agotadas”.

Vuelven los chiflidos, la fila se rompe y los revendedores se frotan las manos. Si Alajuelense empata o gana en Tibás, el precio sin duda alguna aumentará.

Publicado en Al Día: http://www.aldia.cr/ad_ee/2011/noviembre/26/deportes2989907.html

sábado, 19 de noviembre de 2011

Anoche vi a Fidel Gamboa

Tomado de www.grupomalpais.com
La Sabana/Noviembre 2011.-Anoche, al frente mío, había un niño como de diez años, moreno, gordito, pelo rizado, que se emocionada con cada una de las canciones que tocaba Malpaís junto a la Orquesta Filarmónica Nacional, en el Estadio Nacional. Creo que era Fidel Gamboa. Estaba feliz. Junto a su madre se movía al ritmo de la música y cantaba, no paraba de cantar…

Anoche, en el cielo oscuro que cobijaba La Sabana, había una estrella solitaria, luminosa, admirando un espectáculo único, histórico, un pueblo cantando las canciones de su poeta, vibrando con cada letra, con cada sonido de marimba y ¡ guipipía !, creo que era Fidel Gamboa. Allá en lo alto aquella estrella brillaba intensamente…

Anoche vi a Fidel Gamboa. Lo vi en las lágrimas del maestro Marvin Araya, mientras dirigía la Filarmónica y la gente cantaba a una sola voz junto a Adrián Goizueta, esa hermosa canción llamada Presagio, “Cuidao mama, que allá vienen las bestias, se acercan levantando polvo en el llano…”

Tomado de aldia.co.cr /Fotógrafo Carlos Borbón
También lo vi en un muchacho de pelo largo, camiseta negra, con aretes en su nariz, agitando su cuerpo al ritmo de los violines. En un señor a pocos metros del muchacho, con un chaleco de rombos, pelo corto, anteojos. En una señora con un chal blanco para protegerse del frío y también lo vi cada vez que mi esposa me cantaba al oído alguna de sus canciones…

Lo pude ver cada vez que las personas gritaban “otra, otra” en cada golpe que daba Manuel Obregón a la marimba y de ella salía ese sonido tan costarricense, que me llenaba el pecho, que hacía que mi corazón palpitara más rápido y que me hacía sentir orgulloso de mi país, “Se que a veces miro para atrás, pero es para saber de dónde vengo…”

Y en especial lo vi cuando su hermano Jaime Gamboa cantaba cada una de sus canciones, en las voces de Iván Rodríguez, Marta Fonseca, de Arnoldo Castillo, Bernardo Quesada, y Daniela Rodríguez, y el maestro Rubén Blades, “al final solo quedan, de una percha colgados, su sombrero de fieltro, su paraguas de mayo…”

Anoche vi a Fidel Gamboa cuando volví a ver para atrás y supe de donde vengo.

jueves, 17 de noviembre de 2011

El Chorrillo ardió como Berlín

Foto: E.Carvajal.

Ciudad de Panamá/Enero 2011.-Estoy parado en una esquina y a dos casas a mi izquierda está el hogar de Roberto "Mano de Piedra" Durán, el legendario boxeador panameño. Claro, estoy cerca de lo que fue su primer hogar. Aquí, hace 22 años, un 20 de diciembre de 1989, el corregimiento de El Chorrillo fue bombardeado por los Estados Unidos.
Los proyectiles, que caían lanzados desde el mar, y 26 mil soldados estadounidenses invadieron Panamá bajo el nombre de una operación denominada "Causa Justa". Las cuadras siguen siendo tan pobres como cuando las bombas las destruyeron. Nada ha cambiado.
Según datos oficiales de los Estados Unidos, en total, fallecieron 314 militares panameños, 202 civiles y 23 soldados estadounidenses. Las cifras extraoficiales hablan de 6 mil víctimas civiles.
Estoy sentado, en una de las esquinas de El Chorrillo, comiendo pescado frito. La temperatura es alta. El Gobierno panameño realiza trabajos de remodelación en algunos de los edificios, haciendo mejoras en infraestructura, con el fin de cambiarle la cara al lugar.
Los que venden pescado ni se inmutan. Con un techo hecho de latas viejas en sus cabezas evitan que los pedazos de cemento les caigan encima a ellos y a mí también. ¿Cómo sabe un pescado frito aquí? ¡Delicioso! Es lo único que puedo decir.
La vida se detiene por un instante. El ajetreo de Ciudad de Panamá se olvida, los Diablos Rojos pitando por todo lado, cientos de personas caminando por sus aceras, los gritos de los taxistas peleando con los demás choferes.
Aquí, en El Chorrillo, se escucha a lo lejos una mujer hablando con su vecina, muchachos jugando en la calle, algunos niños corriendo y la pobreza, común denominador, estableciendo el control de clases:  nadie es más que nadie, nadie tiene más que nadie.
Estadísticas del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización de Naciones Unidas, Panamá tiene el ingreso per cápita más alto de América Central, de unos $13.090. Ese dinero, no lo veo en estas calles.
El Cuartel General de las Fuerzas Armadas de Panamá queda a 300 metros de esta esquina, rodeado de la clase más pobre de esta ciudad, que ahora en el 2011, tiene niveles de inversiones económicas altísimos, pero nadie vuelve a ver para abajo, nadie se acuerda de El Chorrillo.
Sentado, bajo las latas de este techo improvisado, no dejo de pensar en la canción de Rubén Blades, “20 de diciembre” y en aquella frase que dice:

“…La confusión era infernal. Llovían bengalas, lanzadas
desde el mar. ¿Cuántos murieron? No lo sé.
Niño Jesús, dígalo usted….”

Hoy, no llueven bombas, llueven necesidades.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Sí, Guimaraes tiene razón

Sí, Guimaraes tiene razón. Su equipo, con diez hombres, durante cuarenta minutos, supo soportar el embate de un Alajuela que jugó mejor, pero no solo jugó mejor en esos cuarenta minutos, lo hizo en todo el partido. ¿Por qué? Tuvo más ideas, llegó a proponer a "La Cueva" y fue el primero en abrir el marcador tras una excelente corrida de Gabas.

¿La historia hubiera sido diferente si no sale el argentino? Sí. Pese a esto el equipo de Ramírez logró sobreponerse a esa ausencia y crear más opciones que los saprisistas.

El punto más alto de los liguistas fue McDonald. Demostró que tiene hambre de gol, peleó todas las que le quedaron y fue una pesadilla para la defensa morada.

Sí, Guimaraes tiene, otra vez, la razón. El arbitraje estuvo muy bueno pero para Saprissa. Una falta de penal que no existió le dio a los morados la tranquilidad de irse al descanso con un empate.

¿Lo negativo de la Liga? No aprovechar ese hombre de más que tuvo durante cuarenta minutos y fallar tantas oportunidades frente al marco de Bolívar.

¿Lo positivo de Saprissa? Una defensa concentrada, Víctor Bolívar ahogó el grito de gol manudo en varias ocaciones, aprovecharon las jugadas de bola muerta (en una de esas cayó el segundo gol morado en la cabeza de José Mena) y Michael Ortíz hizo uno de sus mejores encuentros con Saprissa.

Pese a esto, a Saprissa le falta trabajo porque ayer no supo llegar con la bola en sus pies al marco rival.

martes, 8 de noviembre de 2011

Punta Burica, una puerta abierta para la droga


Punta Burica, Costa Rica.
 Punta Burica, Julio/2007.-La cocaína llega a Punta Burica, último punto fronterizo de Costa Rica con Panamá, al igual que arriban botellas, lavadoras, tenis y chancletas que son arrastradas por la corriente hasta la playa. Este pedazo olvidado del país es uno de los sitios más importantes para el trasiego de drogas.
Lo que para la policía es un delito, para ticos y panameños, encontrarse un paquete de droga es una posibilidad de escapar de la pobreza. Y muchos ya lo han conseguido.
Cuando los narcotraficantes van huyendo de los barcos estadounidenses tiran la droga al mar la cual es arrastrada por la corriente hasta la orilla de la playa. “Es un punto estratégico. Se han reportado embarcaciones que llegan por la noche. Incluso, se sabe que muchos recorren la playa, en la mañana, en busca de un paquete de droga”, subrayó Marvin Chaves, jefe operacional del Comando Sur del Ministerio de Seguridad Pública.
Un equipo de Al Día comprobó, durante un recorrido por Punta Burica, la presencia de cuatro panameños que buscaban “cosas” en la playa.

El que busca, encuentra

“El que busca encuentra”, dijo uno de ellos, identificado como José Velásquez. Una fuente policial, que declinó identificarse, afirmó que cuando alguien encuentra cocaína en Punta Burica, sabe que puede venderla en Paso Canoas. “Incluso ya sabe a quién se la puede vender. Algunas veces, la va a dejar hasta Paso Canoas y en otras ocasiones, se quedan de ver en un punto”, dijo la fuente.
Victoriano Pineda, uno de los vecinos de Punta Burica, afirmó que es común observar extraños caminando por la playa.  “He escuchado que algunos han encontrado paquetes de droga, pero nunca he visto nada de eso”, agregó Pineda.
José Pimentel, con más de 40 años de vivir en esa población, reconoció que esas versiones son comunes, pero él nunca ha visto nada.
Los lugareños sienten temor de denunciar por la falta de autoridades policiales, pero otros temen represalias, ya que, en muchos casos, quienes buscan son sus vecinos.
El acceso a Punta Burica es difícil. La gente que desea ir por tierra debe hacerlo por Panamá. Llegar a Paso Canoas, hacer todos los trámites migratorios y luego dirigirse hasta Puerto Armuelles, y de ahí a la localidad de Limones. Por el lado costarricense no hay un acceso terrestre apropiado. Habría que ingresar a la montaña y sortear varios ríos.
La única opción viable de entrar por Costa Rica es en una embarcación. Aunque muchos dicen que el mar dificulta la llegada, un barco grande o tipo “eduardoño”, ingresaría fácilmente a la playa.
El olvido de los Gobiernos costarricenses es palpable. Diógenes Aldaña, quien vive en la comunidad panameña de Limones, a la par de Punta Burica, aseguró que muchos ticos asisten al hospital de Puerto Armuelles, donde pagan la consulta médica.
Si quieren ir a un centro médico costarricense deben salir a caballo hasta Armuelles, tomar un autobús a Paso Canoas y después otro para llegar al hospital de Golfito.
Esta situación la sufre Maritza Sotela, maestra unidocente de Punta Venegas de Punta Burica. Ella espera que algún día el Gobierno construya una carretera. Sin embargo, por ahora, seguirá saliendo por el lado de Panamá, mientras que los narcotraficantes seguirán ingresando su droga por Punta Burica.

jueves, 3 de noviembre de 2011

En un papel se lee una sola palabra: ¡Auxilio!

Foto Manuel Vega

 Isla del Coco, Oceano Pacífico/Junio, 2005.- Desesperado, Esaú Arias, peruano de 30 años, amarró una botella a la cuerda de pescar; adentro iba un papel en el que se leía una sola palabra: ¡Auxilio!  
Arias y 87 náufragos más, ecuatorianos y peruanos, cuyo deseo era llegar a los Estados Unidos, pensaron que este era el final, hasta que fueron rescatados y llevados a la Isla del Coco. La botella los salvó de la muerte.
La tragedia de estas 88 personas también me sirvió a mí y a mi compañero, Manuel Vega, fotógrafo de Al Día, para descubrir y conocer uno de los pedazos de tierra costarricense más enigmáticos y alejados del continente.
A 555 kilómetros de distancia, en el Puerto de Golfito, la nave patrullera "Pancha Carrasco", sus 10 tripulantes y 10 personas más, entre Fuerza Pública, Migración, Cruz Roja y periodistas, zarpamos el domingo 29 de mayo a las 6 p.m., con el objetivo de llevar comida y atención médica a los náufragos.
Luego de 29 horas de viaje, encontramos la Isla del Coco, a las 10 p.m., rodeada de lanchas pesqueras que acechaban sus riquezas marinas. Los pescadores tienen prohibido pescar en una zona de 12 millas náuticas (22,2 kilómetros), pero poco les importa. Como llegamos de noche, no se pudo desembarcar, por lo que tuvimos que dormir, otra vez, en la Pancha.
A la mañana siguiente, no puedo creer y tampoco describir lo que ven mis ojos. La isla se abre frente a nosotros majestuosa, con cientos de aves revoloteando en sus montañas, con nubes que bajan por sus laderas. La escena es una de las más bellas que Dios me ha permitido observar.
En una pequeña embarcación llamada "Sodiak" bajamos rumbo a la playa. Es indescriptible tanta belleza natural: cataratas de agua dulce caían directo al mar mientras el agua clara del océano dejaba ver un poco de su vida marina.
La Isla del Coco fue declarada parque nacional el 22 de junio de 1978 y Patrimonio de la Humanidad en diciembre de 1997. Actualmente los guarda parques poseen un equipo de comunicación sofisticado. Desde hace un año y medio, disfrutan del servicio de Internet vía satélite, cuentan con electricidad gracias a la planta hidroeléctrica Río Genio, construida por el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) y hasta hay dos teléfonos públicos.
Los días pasan y no quiero irme. Tengo que enviar notas diariamente al periódico  sobre lo que viven los náufragos, sus historias, sus deseos de “un sueño americano”, las muchas veces que han intentado llegar a la tierra del Tío Sam y no han podido.
Creo que soy uno de los pocos periodistas que ha podido transmitir su material escrito y las fotografías que, toma Manuel, vía internet. Es un privilegio. Diariamente le cuento a los lectores de Al Día lo que pasa. ¿Quiénes son estas personas?, ¿por qué se dieron por muertas en un barco que se inundaba? y, al final, como una embarcación de la organización Marviva los remolcó hasta su salvación.
La libertad que se respira aquí es única. No hay carros, no hay calles, no hay gritos, no hay edificios, no hay celulares… Es desconectarse y volver a un mundo natural donde ni siquiera se necesita salir con la billetera en el pantalón, para qué, no sirve de nada.
Es común ver cerca de las instalaciones de los guarda parques como llegan los venados, los cerdos, las aves.  En medio de sus densos bosques, habitan 60 especies propias de la isla, de las cuales sobresalen el palo de hierro, el guarumo y la palma de coco. Dentro de las aves más importantes que hay en la isla, están el mosquerito de cocos, el cuclillo de cocos y el pinzón de cocos.
Un buque de la fuerza naval del Ecuador llega a la isla para trasladar a los náufragos a su país. Se acerca con esto el fin de nuestra estadía en esa mágica isla.
Pero, ¿por qué se llama Isla del Coco? Cualquiera pensaría que se debe a la existencia de la palma de frutos de coco, pero en realidad es porque está cargada de agua potable, como el coco.
De hecho, por años fue punto de abastecimiento de navíos. Los ríos de mayor longitud son el río Genio que desemboca en la bahía Wafer, el río Iglesias que desemboca en la bahía Iglesias y río Chatham que desemboca en la bahía Chatham.
Precisamente es, desde bahía Wafer, que vemos por última vez la Isla del Coco. En una tarde de junio nos alejamos, de regreso a Golfito. Atrás queda la magia de un lugar donde el tiempo no importa, donde la naturaleza le enseña al hombre como se debe vivir.






jueves, 27 de octubre de 2011

La Venezuela que conocí


Fotos: E.Carvajal

Muchos jóvenes ven como única solución las armas
La Venezuela que conocí

Caracas/2009.-Ese viernes, en una noche cálida de cervezas y tabaco, lo que más me impactó fue la conclusión de la conversación: “la única solución para arreglar lo que está pasando aquí es con las armas, no hay otra”, dijeron varios universitarios, mientras metían la mirada en el suelo.
Pero, ¿están preparados?, les pregunté. Uno de ellos, a mi izquierda, tomó un trago y dijo: “somos conscientes de que nos van a masacrar, pero esperamos que, en un momento, tomen conciencia de lo que están haciendo y se detengan”.
Las políticas y medidas del presidente Hugo Rafael Chávez Frías impulsan a estudiantes, de escasos 23 años, a pensar que la vía armada es la única solución.
En el horizonte venezolano no se vislumbran cosas buenas, todo lo contrario. “Aquí, hay que salir a tirar piedras a las calles”, dijo otro joven cerrando su puño.
Solo pensar en la imagen de una masacre me hiela la sangre. Unos defendiendo las migajas que les han dado (porque nunca nadie les dio nada) y otros recuperando lo que les están quitando.

Dólares, buen negocio
El jueves 28 de mayo, el avión llegó al aeropuerto de Maiquetía sin mayores problemas, más que mi nerviosismo por el aterrizaje.
Esperando las maletas, un asiático, que por lo visto vive en Venezuela, me comentó sorprendido, viendo una tienda de licores, que los precios no estaban regulados por el tipo de cambio que impone el Gobierno. “La semana pasada era otra cosa”, aseguró.
Un dólar, en la Venezuela de Chávez, cuesta más de dos mil bolívares, pero en la del pueblo, su precio alcanza los seis mil. Un buen negocio.
Voy rumbo a Valencia. Una ciudad industrial de 1,8 millones de habitantes divididos en dos realidades: los del norte, con dinero, y los del sur, sin recursos.
Vamos por una autopista, de dos carriles, a 120 kilómetros por hora. Velocidad moderada, me comentó el chofer, ya que otros viajan a 160 o más.
A ese paso van las leyes en la Asamblea Nacional de Venezuela, donde Chávez goza de una mayoría absoluta.
Después de febrero pasado, cuando obtuvo el sí para la reelección indefinida, se han producido cambios. Muchos dicen que se quitó la careta.
No solo la reelección es criticada, también las nacionalizaciones y expropiaciones de empresas y fincas, las cuales, se asegura, amenazan la propiedad privada.
En el hotel, aunque hay televisión por cable, fue inevitable ver el famoso programa “Aló Presidente”, cuyo conductor principal es el mismísimo Chávez.
Luego hay que ver noticieros del canal Globo Visión para saber lo que el Gobierno no quiere que se informe.
De nuevo, Venezuela se parte en dos. El Presidente reparte títulos de propiedad y el noticiero informa de un grupo de personas que fueron sacadas de sus viviendas y no tienen a dónde ir.  El noticiero replica las palabras del escritor peruano, Mario Vargas Llosa, y afirma que Venezuela se convierte en Cuba.
Pero, en medio de los dimes y diretes, 29 millones de venezolanos esperan que alguno de los bandos los saque de la inseguridad, miseria y pobreza.

Consumismo
En medio del calor político, el venezolano saca su tiempo para no pensar en izquierdas y derechas. Trata de llevar una vida, entre lo que se puede, normal.
El sábado, los centros comerciales estaban abarrotados de personas, unas haciendo fila en los bancos para sacar el dinero de su quincena, y otras comprando y comiendo en los restaurantes de comidas rápidas. Al consumismo nadie lo puede borrar de golpe.
Tampoco se pueden eliminar los barrios pobres de Caracas.
En las montañas que rodean la ciudad, en lugar de árboles hay casas, callejuelas y delincuencia.
Muchos de estos “malandros”, como los llaman aquí, bajan a las autopistas a asaltar a los conductores. Pistola en mano, les apuntan por los vidrios y no hay otra opción que darles lo que piden. Ni el socialismo ni la derecha han podido eliminar a los ladrones.
El domingo, cuando el avión despega de Caracas, lo único que le pido a Dios es que no se cumpla la conclusión a la que llegaron esos estudiantes y la sangre de inocentes no sea el costo de la “democracia”.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Ron con dólares, por favor



Fotos: E.Carvajal


La Habana.- Son las 11 de la noche y salimos del aeropuerto internacional José Martí, en La Habana, directo a Varadero. Es un viaje de más de dos horas por una carretera oscura, donde apenas puedo divisar a lo lejos algunas luces. Para mí, esto es un sueño.  Estoy en el país al que siempre había querido viajar y a mi lado está Mónica, la mujer que amo, mi esposa.
Cuba se abre frente a mis ojos como una ciudad oscura. A lo largo del camino varias personas piden un aventón. El conductor del microbús pone las luces largas para poder divisarlos en la calle y sigue a la misma velocidad. 
Los grandes hoteles, el festín del todo incluido, las tiendas a un lado del camino, las carreteras de primera calidad, los carros europeos, último modelo, las noches de fiesta… Aquí no hay límite para nadie, siempre y cuando, tenga dinero para pagar todo lo que pueda comer, beber y tener.
El régimen hizo de Varadero una gran caja registradora donde lo más importante es obtener la mayor cantidad de euros o dólares posibles, para qué o para quiénes, no lo sé.
Estoy en el país que ocupa el cuarto lugar en el Índice de Desarrollo Humano, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas.
-“Señor, lo llevo al mercado de artesanías más grande”, me dice un hombre que trabaja como cochero en Varadero.
-¿Cuánto cuesta?, pregunto.
-10 pesos los dos, responde.
Ese hombre gana 12 pesos mensuales y todo lo que hace como cochero se lo entrega al Gobierno. Tiene familia en Estados Unidos y no sueña con irse de su país. Aquí, asegura, vive tranquilo. “Allá (en Estados Unidos) mi familia vive preocupada, pensando en cómo pagar sus hipotecas, en cambio, yo, tengo casa, pago tres pesos de luz, no pago el agua y mis hijos tienen una educación completamente gratuita. Me dan la comida, la cual me alcanza para todo, no necesito más”, nos comentó.
Habla varios idiomas y lo vemos alejarse con unos estadounidenses.
Cuba obtuvo el primer lugar de aprendizaje, en el 2008, tras ser evaluada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco)  seguida por Uruguay, Costa Rica, Chile y México.

Adiós Varadero
Nos vamos de Varadero en una tarde soleada donde, los vientos del Norte, obligaban a usar un buen suéter para aplacar el frío. Adiós paraíso tropical, a los hoteles de lujo, a la comida de 24 horas sin restricciones.
Cuba es hermoso por donde quiera que se vea. Es una isla montañosa con pueblos llenos de arquitectura española, de una belleza escénica solo comparable con la hermosa Cartagena, en Colombia.
El autobús llega a La Habana a eso de las 6 de la tarde. La ciudad, como cualquiera del mundo a esa hora, está repleta de gente que va de regreso a sus casas y de vehículos, modernos y antiguos, que apresuran su paso por las calles habaneras. Aquí viven dos de los 11 millones de personas que deben someterse a las leyes de los Castro.
El sol cae y deja sus últimos rayos sobre la ciudad. La escena es preciosa. Me parece estar oyendo los acordes de Silvio Rodríguez y la letra que dice: “Vivo en un país libre, cual solamente puede ser libre, en esta tierra, en este instante y soy feliz porque soy gigante, amo a una mujer clara que amo y me ama…”
Al otro día, a las 6:30 a.m., estamos recorriendo los rincones de La Habana vieja. Sus calles empedradas, sus plazas y callejuelas. Por un lado se desborona y por el otro la reconstruyen. En una esquina se ve gris y negra, en otra amarilla y café. Su arquitectura es la misma, su cara es diferente.
Entramos en una pequeña venta de artesanías y rápidamente nos damos cuenta que también funciona como una casa. A un lado la muñeca de madera y los timbales y en el otro la refrigeradora  y la cocina. Todo integrado.
En una de las avenidas de La Habana vieja sorprenden a un lado y al otro las tiendas con ropa, tenis de marca, de todo para el que pueda pagarlas. Obviamente, no había nadie en ellas. Es un espejismo de mal gusto.
El día pasa con un calor intenso, las calles habaneras llenas de gente, el capitolio, copia exacta del de Estados Unidos es un sitio obligatorio donde paran cientos de turistas y en sus gradas, un hombre invita a tomarnos una fotografía con una cámara antigua, como un recuerdo inolvidable de La Habana.
La escena del sol cayendo sobre La Habana se vuelve a repetir. La melancolía me invade, son las últimas horas en esta capital, donde siempre soñé estar y donde espero regresar, otra vez, y a lo mejor, quedarme para siempre.
Tal vez en una Habana libre, como la de hora, pero libre de las telas de araña que la amarran a un pasado que se debe superar, caminando sola, sin los “Dioses” que la dominan en este momento y dándole paso a esa nueva generación de jóvenes, que quieren seguir viéndola libre, pero libre de todo.